Directora del Grupo Yeses, ejemplar proyecto español
‘El teatro es una herramienta para vivir’

En España Elena Cánovas convirtió a decenas de privadas de libertad en actrices de teatro. Su ejemplo podría imitarse en Costa Rica

Randall Corella V.
La Nación Viva – 11/13/2011

Elena Cánovas no es privada de libertad, pero vive una condena perpetua en las cárceles españolas. Hace más de dos décadas, esta madrileña se autocondenó para siempre a desarrollar un proyecto destinado a demostrar que estar prisión debía servir para hacer que quienes llegaran ahí salieran mejor de como habían entrado.
Esa es la historia del Grupo Yeses. En la antigua cárcel de Yeserías, Cánovas convirtió un taller ocupacional para las internas en una compañía profesional de teatro, que ha llevado sus espectáculos dentro y fuera de España. Su proyecto ha sido imitado en Europa, y podría tener una ‘sucursal’ en nuestro país [Costa Rica].
La directora estuvo en nuestro país para participar en I Congreso Iberoamericano de Artes Escénicas y Visuales para el Empoderamiento en Derechos Humanos de Privados y Exprivados de Libertad. En ese marco, Cánovas impartió un taller de teatro a un grupo de reclusas del Centro de Atención Integral El Buen Pastor. Ahí conversó con Viva sobre la importancia de las artes en la reinserción de los presos a la sociedad.

¿Cómo llegó Elena Cánovas a desarrollar este proyecto?

Estudié Asistencia Social, porque meterme en una oficina no es lo mío. Había opción de empleo en las instituciones penitenciarias y, por entonces, se empezaba a hablar de reinserción social. Me imaginé que entraba en una cárcel a ayudar a muchos, pero me colgaron unas llaves y un uniforme para controlar la seguridad. Estudié arte dramático mientras trabajaba y, cuando tuve el título, le pedí permiso a la directora para desarrollar un taller de teatro. Me encontré un grupo encantador, con conflictos, pero con ganas de romper muros. Salimos primero a otras cárceles y después dimos el salto maravilloso al exterior. Hoy salimos sin custodios, tomo un bus, meto las chicas y nos vamos a actuar. Es un grupo conocido en España; vamos a buenos teatros, donde están los profesionales; las chicas han salido del país, se han hospedado en hotelazos y hasta han desayunado con personajes con el Dalai Lama y Gorbachov.

¿Por qué el teatro generó todo este cambio?

El teatro es una herramienta para sensibilizarte con la cultura, con los conflictos que hay en la vida. Es una herramienta para vivir. El teatro suple a los presos de la formación que no tuvieron, se adapta a su personalidad antinormas porque entra como un juego y después se vuelve algo más serio. Elevan su autoestima; cuando alguien recibe el aplauso de sus compañeras, le están diciendo: “chica, tú vales”. Algunas consiguen ser actrices en la calle, pero eso no es lo importante, sino que el teatro es una escuela para la resocialización.

¿Las cárceles de hoy proporcionan ese ambiente de mejora?

Ellas tienen una imagen de personas violentas, pero son gente que ha hecho algo malo porque ha tenido una vida de carencias; sin medios, sin orientación, es más fácil ser presa de la delincuencia. En la constitución española, hay un artículo que dice que el fin primordial de las penas privativas de libertad es la reinserción social. Sin embargo, cuando los políticos estudian el presupuesto de las instituciones públicas, la cárcel es siempre la última y no debe de ser así: hay que dar medios a estas personas para que recobren su vida.

¿Califica el suyo como un proyecto digno de imitar?

En España, han surgido grupos similares, pero este es el más antiguo y el que más ha logrado. Hubo que romper barreras, la sociedad y la institución penitenciaria se ha dado cuenta de que no pasa nada, se hacen las cosas con confianza. A muchas de estas personas no les han dado jamás una responsabilidad lícita; han estado en la retaguardia de un atraco, han custodiado una entrega de droga, pero si le asignas una labor seria, esa chica cambia. El problema no son nunca las presas, sino lo que las rodea. Siempre hay un sector de la sociedad que no piensa en la reinserción sino en el castigo, solo se acuerdan de las cárceles cuando un familiar cae en ellas.

¿Hay en las cárceles ticas un terreno fértil para este arte?

Me he encontrado chicas con muy buena energía y, sobre todo, con esa ingenuidad maravillosa que hace falta para perder el miedo al ridículo. No tengo la menor duda de que algo similar se pueda hacer en Costa Rica. Aprovechen el trabajo de Ofir (León), que se vuelca de lleno en organizar un congreso de artes para privados de libertad, pero, si no siguen estimulando esta actividad, puede llegar el momento en que se queme.