El tercer número de la revista CentroMolinos llegó a sus lectores en marzo de 2004 y en su editorial, se abordó el tema del teatro en la escuela y como herramienta en la formación del niño.

EDITORIAL

En cierta ocasión, Laura Zerra, reconocida actriz cubana que vivió por muchos años en Venezuela, me manifestó su pasión por el teatro de títeres y la hermosa labor que durante algún tiempo había realizado en las aulas de este país. Contaba Laura que sus pequeños alumnos conversaban amenamente con sus títeres, de esta forma, se rompían todas las barreras y los niños exteriorizaban hasta sus más ocultos secretos (el títere es un extraño duende-amigo de los niños).

Para nadie es un secreto que el títere, utilizado como una herramienta en las aulas, puede contribuir eficazmente al aprendizaje y la comunicación; puede incentivar el interés hacia la lectura y hacia las artes en general; puede ser un instrumento para psicólogos y pedagogos; y puede ser el profesor más divertido y memorable.

Los juegos escénicos en los salones de clase, también añaden valor a la formación del niño. Mientras se juega a representar o mientras se juega a construir telones y vestuarios de papel, los niños aprenden. El juego escénico aviva sus emociones, afianza sus destrezas, lo conecta con su cuerpo y con otros, lo motiva a nutrir su lenguaje corporal, simbólico y verbal, impulsa su fantasía creativa, refuerza su autoestima, lo orienta hacia la resolución de conflictos y le sugiere valores como la disciplina, el compañerismo y el trabajo en equipo. Además, le abre las puertas al universo de las Artes.

Sin embargo, considero un error el hecho de pretender que al niño se le debe formar para tal o cual especialidad artística. En mi opinión, tal estrategia es una violación a su individualidad y a su libertad. No debe subestimarse al niño, ni creer que es una caja de zapatos donde podemos depositar nuestras pertenencias: sueños, aspiraciones, frustraciones…

Pero si retomamos la idea del teatro como un juego organizado, disciplinado y creativo, donde el niño y el docente asumen por momentos la misma estatura, entonces, si esta labor reporta tantos beneficios, ¿por qué no hay teatro en la mayoría de nuestras escuelas?

Ya sabemos que, de vez en vez, aparece un grupo de teatro en el patio de algún colegio. Aparecen y desaparecen. No existe una acción gubernamental en este sentido. Ni siquiera podemos evaluar la calidad de los espectáculos. No obstante, sabemos de escualeas bolivarianas que cuentan con instructores teatrales. En este caso, tampoco podemos generar criterios sobre las técnicas empleadas ni la cantidad de monitores y profesionales involucrados en este proyecto, ni el alcance del mismo, pues no contamos con datos para ello.

Lo que es innegable es el hecho de que a los salones escolares están llegando las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) o, al menos, es la intención de muchos gobiernos. Decididamente, es un recurso necesario en esta época globalizada. Como necesario es que el teatro regrese a las aulas.

A veces, desechamos conquistas por ir tras la novedad. El teatro y sus juegos escénicos no son incompatibles con las computadoras. Es tiempo de integrar. Es momento de que el teatro vaya a la escuela y se quede en ella.

Eddy Díaz Souza / marzo 2004

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