DESDE ESTA ORILLA

Sergio Chávez Bonora ocupa un sitio especial entre los artistas cubanos exiliados en Miami. Tras residir 17 años en esta ciudad, la gracia de su obra ha conquistado el corazón de todos. Pero sus piezas no muestran un mundo inocente; por el contrario, están cargadas de picardía y sensualidad. Tampoco provienen de una formación autodidacta; él cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro y en la Escuela Nacional de Artes Aplicadas. Como apunta el crítico Oscar Faguette, los trabajos de este artista están llenos de “candor e ironía y a la vez de tenso y angustioso desasosiego, gestos mínimos, obsesión y silencio”. Con ese silencio sus personajes nos seducen: no se hablan ni se tocan; casi todos miran hacia lo lejos, como buscando algo en el horizonte. Una mujer sostiene a un niño de la mano, pero no vemos su rostro, no sabemos si se siente confiada; otra mujer nos observa de frente con expresión severa, pero parece no vernos, está sumida en sus ideas.

En estas obras el artista utiliza recursos de los pintores primitivos, pero los transforma sin ingenuidad para evocar sus propios sueños, fantasías, ilusiones y esperanzas; su lirismo es inconfundible. El pintor Miguel Rodez dice que Chávez Bonora “utiliza el humor, la sátira y la humildad para engancharnos y luego hacernos pensar”. Desde esta orilla invita precisamente a pensar en algunos de los temas: interiores habaneros, paisajes urbanos, escenas de ballet. En esos escenarios un personaje emblemático, especie de alter ego, se desnuda, pinta, hace travesuras para no caer en lo cotidiano y realiza tareas domésticas en una casa semivacía, detenida en el tiempo, parecida a la que el autor recuerda de su infancia. Pero al final descubrimos que ese personaje está “de paso”, ya se ha escapado. Chávez Bonora nunca olvida su isla en la orilla distante, pero la imagina sin excesiva añoranza. Así, logra recibir de ella una constante vitalidad.

Reinaldo García Ramos.